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Francisco FERNANDEZ IPARRAGUIRRE
Guadalajara, 1852 - 1889
Farmacéutico, lingüista, botánico.
Realizó una provechosa labor de animación cultural
en la ciudad de Guadalajara de fines del siglo XIX.
Activo naturalista, descubrió una especie inédita de zarza,
y fue el principal alentador de un idioma universal,
el Volapük del que escribió Gramática y Diccionario.
El homenaje que la ciudad de Guadalajara
le rindió fue poner su nombre al principal bulevar
de la ciudad.
Polifacético investigador, entregado a
diversas parcelas de la ciencia, de las que preferentemente cultivó la farmacia y
botánica, la química y la lingüística, puede decirse de él que fué un hombre del
Renacimiento trasplantado a la era de las máquinas. Nació en Guadalajara el 22 de enero
de 1852, y murió en Guadalajara el 7 de mayo de 1889. En los pocos años que duró su
vida, este arriacense supo ganarse un puesto en la ciencia española, y una ferviente
admiración de todos sus paisanos, por el entusiasmo, la inteligencia y la valía que
demostró en todas cuantas empresas acometió. Se dedicó a la botánica, química y
ciencias naturales; a la enseñanza y teoría de los idiomas; y a un sin fin de
actividades culturales que hicieron brillar nuevamente a la Guadalajara de la segunda
mitad del siglo XIX con un empuje propio.
Hijo de un respetable farmacéutico alcarreño, el Sr. Fernández de la Rubia, hizo las
primeras letras y el bachillerato en su ciudad natal, con altas calificaciones,
consiguiendo posteriormente la licenciatura y el doctorado en Farmacia, por la Universidad
de Madrid, a los 20 años de edad. Cursó también los estudios de Profesor de Primera
Enseñanza, de sordomudos y ciegos, y de francés, ganando la cátedra de esta asignatura
en el Instituto de Enseñanza Media de Guadalajara, donde actuó a partir de 1880.
En su faceta de científico biólogo se ocupó de estudiar meticulosamente la flora de la
provincia, obteniendo una medalla de bronce en la Exposición Provincial de Guadalajara,
de 1876, con su trabajo titulado Colección de plantas espontáneas en los alrededores
de Guadalajara. En esa tarea, descubrió una variedad de zarza (la "zarza
milagrosa") a la que Texidor, profesor de Farmacia de la Universidad de Barcelona,
bautizó en su honor con el apelativo de Fernandezii. También dentro de su
profesión universitaria participó en 1885 en el Congreso Internacional Farmacéutico de
Bruselas, en el que fué vicepresidente, presentando varias ponencias al mismo.
En el campo de la investigación lingüística, Fernández Iparraguirre fue un trabajador
incansable, abriendo nuevas vías al lenguaje. No solamente laboró en la parcela de las
lenguas latinas, dejando varios libros escritos, uno de éllos, en dos tomos, es un
interesante Método racional de la lengua francesa, sino que se convirtió en
adelantado para España de la primera lengua universal, ideada por Schleyer, y a la sazón
propagada por Kerckhoff, llamada el Volapük.
A pesar de su corta actividad por haberle sorprendido la muerte prematuramente, en el
campo de las lenguas "novolatinas" trabajó investigando las formas evolutivas
de sus verbos, llegando a crear un aparato, construido por él mismo, para la conjugación
de dichos verbos. No hemos llegado a conocer el tal aparato, del que dan noticia Diges y
Sagredo en su referencia biográfica, pero debía ser verdaderamente notable y curioso.
Por las referidas obras sobre verbos y sus conjugaciones, obtuvo un Diploma de Mérito en
la Exposición Literario-Artística de Madrid de 1885.
En un espíritu de fraternidad universal y de búsqueda de caminos para el
"desarrollo sin fin", que el siglo XIX tuvo como uno de sus elementos más
característicos, Fernández Iparraguirre dedicó todos sus esfuerzos a la implantación de
la nueva lengua del Volapük en nuestro país. Escribió una Gramática de Volapük
y un Diccionario Volapük-Español, fundando en 1885 la revista Volapük con
la que intentaba difundir por España toda la bondad y el raciocinio de esta lengua de
universales alcances. Antecesor del "Esperanto", la lengua del
"Volapük", de innegable tradición germánica, no llegó a cuajar nunca. Pero
no fue, ni mucho menos, porque nuestro paisano Iparraguirre desmayara en su propagación.
Fue nombrado "Plofed é kademal balid in Spän", lo que venía a significar
primer profesor y primer académico en España del Volapük.
Como incansable trabajador de la cultura arriacense, Fernández Iparraguirre
fundó, en
compañía de José Julio de la Fuente, Román Atienza, Miguel Mayoral y otros, el Ateneo
Científico, Literario y Artístico de Guadalajara, del que fue presidente y socio
honorario, dirigiendo su Revista, en la que por entonces se publicaron interesantísimos
trabajos sobre la historia, el arte y la sociología de Guadalajara. La temprana muerte
cortó su entusiasmo, dedicado por entero a su ciudad y a sus paisanos. El ayuntamiento le
dedicó, años después, una calle que, tradicionalmente conocida como "Las
Cruces" es hoy el más importante paseo de la capital. Entre otras distinciones que
alcanzó en vida, hay que recordar la de socio honorario del Ateneo de La Habana, y del
Círculo Filológico Matritense, habiendo sido también individuo de número de la
Asociación de Escritores y Artistas de Madrid, y de la Asociación Fonética de
Profesores de Lenguas Vivas de París.
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- enero 06, 2014
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